Encontrar un cadáver enterrado en el jardín de tu propia casa ya
resulta bastante inquietante, pero descubrir que esos huesos
pertenecieron a un niño, y que alguien a quien amaste los depositó
allí, levanta una nube de sospechas que solo puede disiparse llegando
al fondo del asunto. Pese a quien pese. Porque en esta remota y fría
isla sueca nadie está libre de pecados, ni de rumores... Ni siquiera
los muertos.