A las postrimerías del siglo XX supusieron un punto de inflexión en la
historia del pensamiento social: la implosión del socialismo de
estado y la confirmación del mercado como un mecanismo necesario para
la prosperidad económica contribuyeron a extender la idea de que el
capitalismo era la única opción razonable para organizar la vida
productiva de cualquier sociedad. Parecía que la humanidad había
llegado al "fin de la historia" de los sistemas económicos. Al mismo
tiempo, las más acreditadas teorías de la justicia de las últimas
décadas nos permiten confirmar la intuición central del pensamiento
socialista desde sus orígenes: el capitalismo no es capaz de
satisfacer de manera suficiente los más básicos e innegociables
principios de la justicia social -y difícilmente lo será nunca-. ¿Qué
deben hacer las sociedades del siglo XXI ante esta difícil
contradicción?